Todo empieza con una mochila. Dentro llevas lo imprescindible, o eso crees. Pero en cuanto das los primeros pasos, te das cuenta de que hay un peso que no está en los hombros, sino en la cabeza. Las prisas del día a día, las dudas sobre si estás donde realmente quieres estar, la sensación de que algo te falta pero no sabes qué.
Las montañas tienen una forma sutil de recolocar las cosas. En el Pirineo, en Nepal o en Marruecos, he visto cómo el camino no solo nos lleva de un valle a otro, sino también de una versión de nosotros mismos a otra que encaja mejor. No porque yo lo diga, ni porque sigamos un método con nombre de gurú hindú, sino porque caminar, desconectar del ruido y compartir el viaje con personas que buscan lo mismo hace que todo encaje solo.
Mi trabajo es guiarte por terrenos que conozco bien, enseñarte a moverte con seguridad y hacer que disfrutes la aventura. Pero también es crear el espacio para que tú mismo te hagas las preguntas que importan, sin que nadie te las imponga. No busco darte respuestas, solo llevarte a lugares donde sea más fácil encontrarlas.